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La pandemia ha afectado fuertemente los medios de vida de las familias, y sin una fuente estable de ingresos el daño que el virus creará es incierto. Lo que es seguro es que la gente no sobrevivirá si no tiene dinero y comida.
Victoria Torres, de 34 años, junto con su esposo Florentin Acabal, de 35 años, y sus siete hijos, de 5 a 17 años, viven en la comunidad de Racana, en el municipio de Momostenango, Totonicapán. Victoria recuerda que hace unos meses, a principios de marzo, cuando la COVID-19 no había llegado al país, su marido solía encontrar trabajo siete días a la semana como jornalero. Su trabajo de campo consistía principalmente en limpiar y cosechar parcelas de maíz y frijol, y con eso traer a casa $32 (Q250) cada semana. Sin embargo, cuando se declaró el estado de calamidad pública, la gente se quedó en casa y las actividades comerciales se detuvieron. Con el país paralizado, sus ingresos como el de muchas otras familias guatemalteas, se vio seriamente afectados.
“Mi esposo es jornalero, pero la pandemia cambió las cosas, no puede encontrar trabajo, la gente se está quedando en su casa y está haciendo su propio trabajo de campo. Con suerte sólo encuentra uno o dos días de trabajo por semana”, dijo Victoria.
Con limitadas oportunidades de trabajo y un pago de sólo $4.60 (Q35) al día, el trabajo de campo de Florentino ahora trae ingresos de tan solo $10 (Q70) a la semana en promedio para su familia que es, sin necesidad de decir, no suficiente.
El Proyecto Comunidades Liderando su Desarrollo de USAID preparó una propuesta de proyecto de emergencia destinada a ayudar a las familias a sobrevivir con dignidad y restaurar su vida en medio de la emergencia. La propuesta logró captar fondos por más de $250,000 dólares para implementar el proyecto de respuesta a emergencias financiado por el Departamento de Respuesta Humanitaria (HRD) del CRS. La iniciativa mitiga el impacto económico y la inseguridad alimentaria durante la emergencia a través de transferencias de efectivo para comprar alimentos y productos de higiene personal como jabón y alcohol para ayudar con los esfuerzos de prevención, el establecimiento de granjas de aves a nivel familiar para generar ingresos y complementar la nutrición de las familias y equipamientos a las oficinas municipales de seguridad alimentaria.
En septiembre y octubre con fondos de HRD, CLD proporcionó dos transferencias en efectivo para la familia de Victoria y otras 1,024 familias en 11 comunidades que enfrentan condiciones de inseguridad alimentaria, transfiriendo un monto total de $184,500 USD ($180 USD en total por familia).
“Durante la pandemia llegamos a un punto de desesperación sin trabajo y sin nada para alimentar a nuestros hijos. El dinero fue una bendición, al salir del banco, fui al mercado a comprar comida y leche para mis hijos” – Victoria Torres.
El proyecto de emergencia prioriza hogares con niños pequeños, mujeres embarazadas, madres solteras, adultos mayores, personas con discapacidades y hogares que no han recibido apoyo de otros programas.
Juana Pu, de 24 años, otra participante del proyecto vive con su esposo Baltazar, de 28 años, y dos niñas de dos y cuatro años en la comunidad de Paviolin, en el municipio de Santa Lucía La Reforma, Totonicapán. Su esposo, un tejedor, solía producir cuatro cortes (faldas típicas) a la semana, ganando $42.00 (Q325) de ingresos estables por su trabajo. Con la llegada de la COVID-19 la demanda de cortes desapareció y también lo hizo su medio para ganarse el sustento de la familia.
“Cuando llegó la pandemia, no entregamos más cortes porque nadie las compraba, la gente no tenía dinero y no había más fiestas o razones para que la gente comprara ropa” – Juana Pu.
Antes de la emergencia, la familia de Juana pudo reservar un fondo de ahorro gracias a los ingresos estables de Balthazar. Desafortunadamente, ese dinero se agotó y como Baltazar dijo “La transferencia de efectivo llegó cuando más lo necesitábamos”.
“Desde la pandemia no tenemos una fuente de ingresos, y empezamos a tomar de nuestros ahorros; habíamos ahorrado durante más de un año, y así es como hemos sobrevivido, pero hemos agotado casi todos nuestros ahorros. Gracias a Dios hace unos días, mi esposo empezó a tejer de nuevo porque la gente ahora está comprando ropa de nuevo”, dijo Juana con un sentido de esperanza.
Con la suspensión del estado de calamidad pública, la economía se ha abierto lentamente, a ese ritmo Juana y Baltazar esperan retomar su camino, trabajando incansablemente para poner alimentos saludables sobre la mesa y reiniciando sus metas de ahorro.
El proyecto de emergencia ha traído una ayuda muy necesaria, las familias tienen alimentos y un impulso para volver a ponerse de pie. Los esfuerzos de apalancamiento de CLD han ayudado a las familias a responder a la crisis por la COVID-19 para hacer que las comunidades sean más resilientes durante la pandemia.